Una composición dedicada a lo que me viene cuando reflexiono por creer que me he equivocado.

Acucio lo innegable
como si viniera hacia mi
el que se adelanta
a la huida de lo que no conoce.

Los páramos secos del conocimiento
se amontonan justo en conversaciones
en las que se dislocan las mentiras;
genialidades de un invento sin análisis.

Realidades sometidas a la estupidez,
perseverancias sin conclusiones
en ninguna de sus premisas.

Los silogismos cocidos
en la boca,
son los escupitajos
de un pensamiento
en silla de ruedas pinchadas.

Habré de romperme
las uñas bajo lo negado,
para salir al aire
como un destino imaginario.

Como si quisiera hacer de nuevo
todo aquello en lo que al errarlo,
me mostró la pátina de un tiempo
lleno de una insidia desbaratada,
una imaginería sin santos.

Largo pasillo de una casa sin salida.

Todas las puertas
tienen cerraduras.

Todas las ventanas
también.

La flor posee
su propia trampa.

El juego
siempre es peligroso.

Advenedizo,
me deslizo
por estambres
de voces a dos bandas.

La muerte
es un saco
de concertina.

Las puertas,
tienen cerraduras.

Las ventanas,
tienen cortinas.

La opinión se infecta,
la política ya no es del que opina,
ni la filosofía del que piensa,
ni la poética del que se masturba
mientras imagina a su vecina.
La trampa de la flor,
sigue siendo su aroma.