Día infinito.

¿Para qué  luchar?.

Si el destino está domado
y la verdad lo aguarda...

¿Para qué luchar?.

Hace años que lo veo venir,
no hay más venida que lo que veo.

¿Para qué llegar? si lo que viene,
ya sufre por que teme, a no sufrir...

Todo es un color,
todo es un cielo desteñido...

Cielo en barreño de lejía,
todo es mancha blanca
en medio del deseo...

¿Para qué venir?...
¿para qué no sufrir?,
si ya sabes que todo es solventar
sufrimiento y cansancio...

Me gusta imaginar
aunque sea ayudado,
la creación,
es una semilla donde nadie
me vio cuando reía.

Pero todo es un murmullo
de plata que se quema
en la soledad
de un callejón.

¿Para qué esto?
si la nieve, es un sueño
mejor que se derrita
con la risa.


Despertando de la vida.

Callado el pastor piensa,
el viento le purifica.
Dejó de pensar y durmió.

***

Despierta en la natura,
bosteza y despereza,
observado por la sakura.

***

Sueña con llegar,
el camino es largo,
todo a comenzado

***

Dando un paso
la estrecha y larga senda
ya parece más corta.

***

El trabajo es duro
la vida es senda
camina viviendo

***

como el viento purifica
la natura le alienta
no ha llegado el camino es largo.

***

Cae en las cuentas
dónde ha estado
ya lo ha caminado.

Nadando en plasticos

Fui al chino de la esquina,
olía a quina y era algo ladino.

Compré un flotador con cabeza
de pato, para no hundirme en la maleza.
ni sufrir mareos mientras poto.

Potó el pato; se pinchó
porque estaba defectuoso...
el flotador que no era de pato
ni de cabeza de poto.

La pota del pato, eran ramas de poto,
el agujero del plástico dibujado,
era "made in china"
para hundirme en esta charca de quina,
que es la vida.

No significaba nada, pero se inundó
de agua y no flotaba, por culpa del chino
y su comportamiento ladino,
ante la vida de pato que porto de poto.

Pato,
Poto,
Peta.

Ladino y consecuente salí del agua,
y rajé al pato, pero no era agua,
que era sangre, de este lodo,
denso de vida ladina
y china de mezquino pato,
que cuando bebí su agua
poté como un pato,
y sembré un poto que ahora
riego con ahogo.

Pato,
Poto,
Peta,
pica la sangre en la cabeza.

Disparo a bocajarro.

Nombra cualquier cosa
y todos su significados
cabrán por completo,
en medio de su palabra.

Versalo para concretarlo.

Cerezo, almendro, soledad.
Muerte, sangre, dolor, pena.
Fijación, obsesión,  olvido.
fruto, angustia, rama.

Nombra cualquier cosa
y tendrás todo lo que significa.
Construye una pared,
carga con fuerza la palabra,
es tu arma en el día,
y, es tu bala para salvar tu vida.

Apunta cerrando el ojo
fija bien el tiro y dispara.

Buscando cascaras

Debajo del sofá,
mil esquinas donde
se esconde.

Es un repentino golpe,
y miras bajo él, apartando
la tela, para encontrarlo.

Es el momento en que lloras,
y descubres, que se esfumó
dejando en su lugar
una cebolla para acostumbrarte
a llorar cuando la mondes,
mirando y olisqueando
intentando encontrar,
todo lo que has perdido.

Complicada y abrupta
pelas y pelas,
lloras y lloras,
buscas y buscas.

Corazón cebolla
alma de cántaro.

Ángel en paro

Los que se aman
acaban siempre ardiendo,
pero nunca en el infierno,
sino en el pellejo de su fuego.

Un tipo lo dijo en el bar,
el amor me tiene en paro,
desde que se juntan ellos
mis flechas nunca aciertan
por eso me emborracho
y me camuflo en una estrella,
dentro del cielo negro.

Prefiero hacer el ridículo
antes que intentar hacer un pleno,
pues el fallo de mis flechas,
el apuntar de tan de lejos,
me ha dejado ciego.

De ángel a amante,
de amante a amigo,
de amigo a ponente,
pasé por todos los estados
menos el tranquilo.

Pasé por todas las ciudades
pero descansé siempre
en la piel del fuego.

Naciendo a la ignorancia.

Llegué manchado de sangre,
una cuerda de carne me mantenía
como a un buzo muerto por asfixia.

Desde que entré no estoy vivo,
la extraña muerte no es la vida ardiente.

Fui a la cocina
abriendo los cajones
eternos de armarios finitos,
no había más que palabras conocidas
en círculos concéntricos de olvido.

Lo extraño no ha sido llegar, sino mantenerse.

Venas plenas de burbujas sin sangre que descorcha...

Seco, como un condón en su estuche.
Me viene la lagrima que lubrica la piel.
Nadie me descubre, ni me usa para inspeccionar,
pero la libertad me publicita para ser inherente
en mi forma indisoluta de olvido.

Cómo la aspirina adulta en un vaso de vino,
aspiro a generar un sueño que no provoco.

No lloro,
no goteo,
no descorcho,
no humedezco...
seco lo vital
para generar pena
sin sollozo.

Diana en Diana, es no levantarse al toque de silencio.

Cómo una barra de pan
se deja esconder en bolsas de tela
y paneras de aluminio.

Es incapaz de reconocer el mundo.
Tan solo arenga contra todo,
en función de todo lo que sabe.

Hace diana sobre su propia soledad,
y se masturba pensando en Dumbo.

Es tan triste y aburrida que con taladradora
incrusta su opinión, sudada en ejercicio de soledad
y aerobic.

No hay más que su opinión.
No existe otra cosa que su fascismo.

Duelo en la hierba, semen en la poesía.

Leía compulsivamente unos poemas de Keats,
mientras fumaba y bebía sentada en el banco de madera,
el viento le movía la falda y su respiración se agitaba,
cada vez más por su estado de ansiedad.

Yo estaba tirado en la hierba sintiendo la humedad
del césped, mi camiseta y mi bragueta mojada,
ella leyendo a Keats, como si su luz se apagara
y a ella casi que no le importaba por la variedad
del suspiro que en ella nacía mientras se empapaba
de versos.

Yo desapercibido frotando mi bragueta contra el césped,
ella absorta con los versos de Keats, disfrazados de pene,
y ahondado en ella tanto que hasta se atragantaba.

Mientras su orgasmo profundiza en el alma,
el mío empapa más mi bragueta,
no dejo de ser un enfermo, no dejo de soñar
con tomarla, y arrastrarla del pelo mientras
la poseo y la trasmuto como a una llaga.

Ella no sabe que existo, solo lee a Keats,
yo me levanto y me marcho, dejando en la hierba
la señal de nuestro duelo, que sin saberlo:
a mi me embriaga tan solo con imaginar sus bragas.

Maldito espejo.

Esta duda me asalta,
en medio de la no inspiración,
las musas existen, 
pero nunca están a mi lado 
cuando escribo, solo
cuando bebo, o hablo con algún
borracho que me cuenta entre
balbuceos, una extraña experiencia
en la que no escribe porque se le olvidan
esos imaginarios en los que al baño maría,
sostiene todos los momentos que imagina
entre cortados, y teme tener siete años
de mala suerte, por si se les resbalan
de sus manos de polvo insensato.
Maldito espejo, todo lo devuelves
insultando al menos culpable.

Antipático y desmedido

Pienso que es por las almohadas,
o por los trenes,
aunque a lo mejor sea por los peines,
o los cepillos de dientes, 
o los arboles mustios, 
o el colutorio dejado en el suelo en escala de color,
o la espera en un cuartucho semi lleno de vacío.

De vez en cuando la mentira se viste hasta la cintura de verdad,
pero me gusta buscar en lo que sea, lo que desea;
por eso digo que:
Es culpa de un frigorífico que no camina,
o de un horno que tose y esputa pollo asado.
Incluso hasta todo lo que se me olvida, 
es parte del juego, ese que me desespera
en segundos que fuera de tiempo forman parte
del despiste al que someten.

¿Y si por un causal lo mío no fuera más que un uso
de lo que en base, es la mentira que fabrica mi deseo?

En parte toda la razón está al final de este experimento,
ya no poema, porque no es lo que en métrica entra,
es lo que en métrica exacta miden y calculan.

No cuenta el deseo, ni el alma, solo la forma 
en decir las cosas como otros, pero no las que un poeta
dice ahora como algo suyo. Siempre comparan,
nunca gustan de lo nuevo.

Odiosas las que no gustan.

Pero es culpa de los cerrojos de las puertas
y de los manteles sucios que aguantan copas manchadas
de vino y babas... eso... babas... como este poema.

Pero vuelvo sobre lo que no hablo. Y reitero,

es culpa de las ruedas de los coches y de los contratos,
y de los bolígrafos con tinta verde,
y de las grapadoras, pero no de los clips.

La culpa es de la o y no de la y ¿o no?
pero el fondo es el mismo, aunque la forma 
siempre cambia y no hayan vientos, ni maneras tantas 
de definirla.

Es por esto, tan solo que atraco mientras repiquetea
mi sueño en el fondo del cajón donde guardo la navaja,
que opino de manera no cuerda y antipática:
Qué todos estamos locos.


Mientras la vida me mata.

Qué para vivir, yo soñé,
no durmiendo, ni cerrando los ojos.

Para vivir, resucité. Salí de mi encierro;
vi algo que en su brillo no era luz.

Soñar, no es dormir, soñar;
es vivir sin dormir,                                                  fabricar la verdad
de tu propio sueño,

                                                  con plastilina
               de lo vivido
y mientras la vida te mata:
te entretienes en
                                                                          dar forma a la experiencia





                                                                                                       de barco hundido.

Son retos.

Ya lo sé,
Ya lo sé,
puedo hacerme tan pesado
como música existe.

Puedo escribir tanto
que me quemarían
los filólogos,
por las patadas
al abecedario,
y al dietario,
y al calendario.

Todos los rígidos
de la lengua,
esos que a veces
no la mueven
por lo dura
que se les pone,
al criticar al resto.

Pero sigo rompiendo
lenguas, ahora que ya,
escapé de boxear contra la muerte.

Ríe el río.

Río arriba, todo es más tranquilo.
Nado cómo un salmón muerto;
contra la corriente, el zarpazo
del oso hambriento, es fechoría
adolescente.

Contra corriente, miro a todos
los que van, mientras vuelvo
y vuelco mi lagrima en agua,
así no se nota que lloro, el agua
es una mentira en el llanto.

Contra corriente nado.
Río arriba carcajeo,
mientras subo la cascada
que la vida me ofrece.

Nado superando piedras,
pero cuando caí en el charco
nadie me dijo que vivir, es nadar
contra vagina... río pantanoso
y colmado de muerte,
que al final nos cierra
con un ridículo paréntesis.